domingo, 14 de abril de 2013

Sección Histórico-Cultural de Liétor






Liétor es un pequeño municipio al sureste de la provincia de Albacete, en la sierra de Segura, asentado sobre la plataforma rocosa de la cuenca media del río Mundo, sobre un espectacular risco dolomítico.
Liétor fue conocido por los íberos (grupo de pueblos que habitaron el sur y el este de la península Ibérica entre los siglos VI a. C  y II a. C  y que, pese a su diversidad, manifestaron características comunes, probablemente como consecuencia de su prolongado contacto con los pueblos comerciantes del Mediterráneo (púnicos y griegos)) y romanos y más tarde se asentaron los árabes.


Los romanos buscaron la fertilidad de valles y llanuras. Se buscó la protección de los numerosos cerros que abundan en los alrededores de la zona. Edificaron en los lugares de amparo estratégico intentando repeler los ataques enemigos. (Socovos, cuenta con hallazgos arqueológicos prerromanos y romanos)
Realmente el origen de Liétor está unido a una antiquísima población islámica, así se puede ver en los restos arqueológicos junto con el trazado urbano del pueblo.
Sobre los asentamientos que construyeron los romanos, los musulmanes levantaron castillos inexpugnables buscando los pasos estratégicos y las dominaciones de las inmediaciones de los ríos.
Después de los árabes, los cristianos.
Finalmente se produce la incorporación de Liétor a la corona de Castilla (1242-1335)
Liétor se encontraba ejerciendo como frontera entre el reino de Castilla y el reino musulmán de Murcia, siendo las fortalezas de Liétor y de Hijar las defensas que mantenían los islámicos por el cauce del río Mundo. Puntos de gran resistencia frente a las tropas cristianas de Alcaráz  Tan feroz fue la resistencia que los cristianos no pudieron entrar desde territorio alcazareño.
Al comenzar la década de 1240, la situación política musulmana del reino de Murcia estaba resquebrajándose, perdiendo autonomía y debilitándose. Así, por aquellos años Liétor estaba siendo rodeado junto con Hijar por los cristianos que ya habían llegado a Ayna y a Peñas de San Pedro aunque Yeste, Taibilla y Socovos se mantenían intactos frente al poderío de la resistencia musulmana.
La lucha por la entrada a Liétor continuó ferozmente durante el periodo de 1240- 1241. Al agotamiento de las tropas se les unió el mal estar de los nobles castellanos que estaban al frente de dichas avanzadas, abandonando durante unos meses por las disputas que mantuvieron con Fernando III (rey de Castilla).
Los nobles castellanos pedían refuerzos al Rey para que de una vez por todas Liétor fuera tomado, desterrando del poder a los musulmanes.
Finalmente se concentraron en Albacete tropas de caballeros de la orden militar religiosa de Santiago. Debido a la fuerte resistencia en los cerros de Hijar y Liétor, se pretendía efectuar un avance masivo desde la meseta hasta el corazón de la sierra de Segura.
El avance lo efectuó don Pelayo Pérez Correa, entonces comendador mayor de Uclés y posteriormente maestre de la orden de Santiago, ayudado por don Gil Gómez Doviñal, noble portugués y sus sobrinos Gonzalo y Martín Yáñez Do viñal, junto con la ayuda de tropas aragonesas. Todo un ejército preparado para victoria final haciendo uso de una verdadera estrategia militar.
El avance comenzó tomando Chinchilla en 1242, dirigiéndose rápidamente sin pausa alguna hacia el sur en una exitosa conquista.
La estrategia estaba clara, tomaron Hellin para remontar el curso del río Mundo hacia Liétor e Hijar. El éxito fue tan ágil como rápido pese a las feroces batallas que se vivieron en la base del risco de Liétor con la muerte de musulmanes. No pudiendo parar en la conquista por el fuerte optimismo de las tropas cristianas se efectuaron nuevas y sangrientas batallas en las fortalezas de Vicorto, Villares y Abejuela. Avanzaron con éxito a las poblaciones de Férez, Socovos y Letur. La reconquista llegó a su fin en febrero de 1242.
De este modo, La Orden de Santiago, contribuía, decisiva mente  a la conquista de las sierras de Segura. En agosto de 1242 la orden militar conseguía la donación de la villa de Segura de la Sierra, convirtiéndose Liétor en una aldea de Segura.
Así, el 5 de Julio de 1243, de manera oficial, el infante Alfonso, futuro Rey Alfonso X, el Sabio, confirma un privilegio del año anterior, dado por su padre el rey Fernando III, el Santo, donando Segura con todos sus términos a la Orden de Santiago.
Posteriormente, al amparo de estas fortificaciones se crearon núcleos de población que, tras la reconquista, buscaron la comodidad del llano. El asentamiento de los cristinos en la zona fue un gran apoyo para preservar la frontera con el reino de Granada y reconquistar nuevas tierras.
Depurando las deformaciones fonéticas de la época de latinos y árabes, el término podría venir del ibero. Aunque no se conoce muy bien quienes fueron los primeros habitantes de Liétor, si se cree que pudiera haber existido una población prerromana, como indica el termino “Litur”.
El término podría corresponderse con el ibérico “ili-iturri” en el que sería fácil distinguir la partícula “ili”, revelando la existencia de un pequeño núcleo de población, y la partícula final “iturri”, muy similar a la palabra euskera con la que identifica a una fuente o manantial. Así, podríamos identificar a Liétor como “Lugar de la Fuente”.
Se produce una reorganización progresiva del reparto del trabajo familiar. Ya desde la segunda mitad del siglo XV, la población juvenil colaboraba cada vez más en tareas de guarda de rebaños ajenos. Cada vez más numerosos jóvenes podían ser contratados por ganaderos de villas limítrofes como Hellin o Alcaráz donde conseguían salarios complementarios para la unidad familiar, ayudando a soportar la presión fiscal del momento.
Junto a los jóvenes, las mujeres comenzaron a ocupar parte de su tiempo excedentario de trabajo en la confección de manufacturas textiles para el mercado externo, lo que sirvió para equilibrar los ingresos familiares. En 1530, un informe de la Corona indica que la mayor parte de la villa se sustentaba de la confección de las alfombras. Una abundante población campesina subocupada, el control de los pastos por los ganaderos de la villa, una buena producción lanera y un reducido grupo de tratantes conectados con el mercado externo permitió el desarrollo de este fenómeno.
Las prácticas litúrgicas de la parroquia no se limitaron al culto funerario; el culto a los santos encauzaba una fluida corriente de limosnas que fue bastante estable, en la que rivalizaron las ermitas con la parroquia. El culto mariano, unido al de los apóstoles Santiago y San Bartolomé, fue el más extendido, no sólo en las esculturas y retablos sino también en la multitud de pinturas y murales existentes en las paredes de la iglesia, en las que la representación de la Piedad con otros santos y mártires ocupó un destacado papel. Todavía hoy existe un testimonio similar en la ermita de Nuestra Señora de Belén, algo posterior en su construcción pero muy representativa del culto popular que en la villa se desarrollaba. La procesión anual del Corpus por las sinuosas calles del pueblo, las procesiones semanales que se efectuaban alrededor de la iglesia, el rezo de la salve en la noche de los sábados y el mantenimiento de un libro de registro de bautizados, desde una fecha tan temprana como 1511, son otros ejemplos del monopolio que la parroquia ejerció sobre las conciencias del pueblo.
El control global de las rentas parroquiales y del gobierno espiritual de la comunidad, ocasionó continuos enfrentamientos entre la Orden de Santiago y el Obispo de Cartagena. La parroquia estuvo vinculada a la vicaria de Yeste desde las últimas décadas del siglo XV y hasta la creación de la vicaria de Aledo en 1652, que extendió su jurisdicción sobre ella. Pero los obispos de Cartagena intentaron continuamente conseguir los derechos de visita de la iglesia y ermitas con la detracción de una parte de sus rentas, aunque nada de ello consiguió ante los privilegios santiaguistas, salvo sus tradicionales derechos de visita de la pila, óleo y crisma.
Las crestas rocosas de Liétor y de los Infiernos tenían como vecinos a yemeniés y mudaríes, beréberes y magrebíes, asentados pro más de cinco siglos.
El establecimiento musulmán en la zona era estratégico, asentado sobre una fuente de agua que permitiría la distribución de la misma por todas las terrazas.
Nace la agricultura en Liétor. La adaptación al clima y al suelo, de cosechas esperadas y del saber botánico, potenció una de las civilizaciones más urbanizadas de la época.
Durante el periodo de dominación islámica más que las armas son los objetos de la vida cotidiana lo que en realidad nos ha culturizado, legones, balanzas, hoces, martillo,…e instrumentos de producción, (azuelas, accesorios de molino, hacha, punteros….).
Durante la conquista, ¡Revueltas, guerras, golpes de estado…! Una de las zonas de mayor resistencia fue la toma de Los Infiernos. Los musulmanes ocultaron los objetos valiosos en las cavernas para volver más tarde, aunque en ciertos casos no hubo retorno.
Después de la reconquista con la presencia de los cristianos parte de la población de la zona de Segura huyeron a Granada y otra se quedó. Los habitantes musulmanes de Liétor e Hijar, permanecieron en convivencia con los cristianos.
Lo cierto es que Liétor se convirtió en una pequeña aldea dependiente de Segura, quedando muy afectada por los acontecimientos militares ocurridos en la región desde la rebelión mudéjar hasta la guerra de Aragón a final del siglo XIII.
Liétor había sido arrasado y desterrado de todas sus riquezas culturales y sociales, dejando a sus habitantes asolados. Se estableció una política de presión sobre dicho colectivo, potenciado por el infante Alfonso X, que acentuó la debilidad de las estructuras de doblamiento islámicas, desencadenando la sublevación mudéjar (1264-1266).
La población musulmana desaparece de Liétor.
En 1335 cuando los principales caballeros de la Orden de Santiago se reúnen en un Capitulo general de Mérida y deciden repoblarla con familias cristianas. Y así, el 13 de noviembre de 1335 el maestre don Vasco Rodríguez ordenaba a Gonzalo Yáñez, comendador de Socovos, que repartiera las tierras del lugar a todos aquellos que las ocuparan, a cambio de pagar el correspondiente diezmo.
La mayor parte del término de Liétor estuvo destinado a pastos para el ganado, bien como parcelas privilegiadas o como tierras comunales. Hasta la segunda mitad del siglo XV, las tierras cultivadas fueron escasas y situadas en las proximidades de la villa; una pequeña vega junto al río Mundo, sobre todo, pequeños núcleos de regadío junto a las fuentes próximas al núcleo urbano. Así, no es extraño que las tierras de regadío documentadas se sitúen junto a los muros de la villa, regadas con la fuente de la Canaleja, o los bancales localizados “tras las torres”, la propia huerta de la Orden y las tierras de los Albercones y de Alcadima, como comentábamos en el caso de la Iglesia. Estos pequeños núcleos de regadío eran propiedad, a finales del siglo XV, de la Iglesia local, de la encomienda o de miembros del concejo, siendo muy disputada su posesión por la escasez de tierras cultivables. Aún así, algunos de estos regadíos más tradicionales serán arrasados por el crecimiento urbano del arrabal desde la segunda década del siglo XVI.
Lejos de la villa, las roturaciones agrícolas fueron limitadas por el peligro que introducía la frontera, lo que desestabilizó continuamente el abastecimiento alimentario de la villa por la escasa producción de alimentos existente. Así lo afirmaba el concejo en 1494, a pesar de que para entonces habían surgido otras zonas de cultivo junto a fuentes más alejadas del núcleo urbano. Desde 1440, coincidiendo con la conquista de Huéscar y del alejamiento del peligro fronterizo se iniciaron algunas roturaciones en Moriscote  aprovechando las aguas de los abrevaderos allí existentes para el ganado. Las primeras tierras labradas no comprendían más de quince fanegas de sembradura ampliadas progresivamente hasta alcanzar unas cuarenta fanegas. Sus promotores fueron Martín Gil “el rentero” y Juan Gil, pero fueron vendidas por Gil Sánchez de Alcázar, tutor de sus herederos, pasando a ser propiedad de los Buendía y, más tarde, de Alonso de Ejea. En 1493 continuaban en explotación y un testigo recordaba haber estado “en las dichas tierras y vido labrar en ellas e sembrar el pan e trillar en un exido el pan que así cogían cabo el dicho abrevadero”. Junto a este conjunto agrario, otras familias roturaban pequeñas porciones de tierra, como afirmaban los testigos en 1493: “hacen otras lauores e tierras e abren de nuevo junto con las dichas tierras de cuarenta años acá”. En aquel mismo lugar se recaudaban los diezmos de lo cosechado y se vendían a vecinos de Liétor y de Peñas de San Pedro que allí acudían para comprarlo, lo que también se hacía con la paja resultante de la cosecha.
En la línea divisoria con los términos de Alcaráz se desarrollaron nuevas roturaciones agrícolas, construyéndose algunas casas de labor como había ocurrido en Moriscote. También en la segunda mitad del siglo XV se roturaban tierras en La Nava, afirmando un familiar de los propietarios que “y va a moler…al lugar de Ayna”; y también en el Villarejo se constata este mismo proceso dirigido por Juan López Zarco.
En general, son roturaciones realizadas sobre tierras comunales, obtenidas con licencia concejil, aunque algunas de ellas pudieran haber sido apropiadas mediante presura espontánea y dotadas posteriormente por el concejo, como parece desprenderse muy sutilmente de los documentos conservados.
A pesar de ello, las tierras cultivadas en el término de Liétor continuaron siendo escasas debido al monopolio ejercido por los ganaderos sobre los pastos de la villa. La dehesa de Hijar, apropiada durante décadas por la familia Muñoz, vecinos de Alcázar y de Liétor, fue después arrendada por los comendadores a ganaderos de la villa, documentándose en manos de Juan García y de Diego de Llerena en los años de transición al siglo XVI. En el extremo opuesto, la dehesa boyal de Talave servía para la utilización exclusiva del ganado de labor por concesión de don Lorenzo Suárez de Figueroa en 1390, aunque ya en la década de 1530-1540 se intentó roturar por la escasez de cereal que sufrió la villa quedando, desde entonces, como dehesa roturada.

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