viernes, 5 de abril de 2013

EL CANDIL ZOOMORFO





Solo ha llegado hasta nosotros dos piezas completas y una tapadera de bronce cuya elaboración requería la técnica de fundición en molde.
El Candil Zoomorfo, destaca por su rica labor. Sin duda es la pieza más valiosa del conjunto, lo que explica que se escondiera con más cuidado. La gran pericia demostrada en su factura debió de ser apreciada en su tiempo, puesto que mereció la firma reveladora de su autor: c amal Ras iq (obra de Ras iq).
La inscripción, incisa en la parte superior de la cazoleta, fue ejecutada mediante trazos limpios y seguros, Los puntos diacríticos aparecen perfectamente definidos por medio de unos círculos incisos y regulares. Desde una perspectiva caligráfica cabe señalar que la leyenda es muy similar a la escritura evolucionada.
La morfología del candil es la habitual en los ejemplares califales de piquera única. El deposito tiene como base un deposito cóncavo, torneado y de escasa altura que presenta en su centro un circulo rehundido de sección cónica, el cuello, más estrecho en la base que en la boca, lo constituye un prisma de nueve lados, con doble incisión en la parte superior de cada una de las aristas, su entronque con el depósito de realiza mediante una moldura pentagonal; la piquera algo menor que el diámetro del depósito, se une a este gracias a la presencia de una doble moldura.
La tapadera y especialmente el asa son los elementos en que lo funcional y decorativo llega a confundirse, siendo imposible su separación. Nos encontramos ante la obra más lograda, en cuanto a los candiles andaluces se refiere. Solamente el tratamiento netamente escultórico del asa la convierte en uno de los mejores ejemplos de la plástica en bulto redondo de época califal. Es sorprendente comprobar como el artista ha podido aprovechar un simple asidero, base de la escultura, para convertirlo en una bellísima representación, donde lo real e imaginario se conjugaba a la perfección.
Consiste en un cuello zoomorfo de trayectoria decreciente rematado por una cabeza de cérvido en la que los rasgos anatómicos, aunque esquematizados, definen con gran naturalismo la testa del animal: el hocico, ejecutado con toda maestría, aparece partido y con las perforaciones nasales claramente explicitadas; la boca entreabierta permite sobresalir a la lengua que genera, junto con la mandíbulas, un perfil triabulado cuya simplicidad recuerda motivos vegetales. Los ojos son asimétricos pues mientras uno tiene sus dos extremos puntiagudos el otro presenta un lado curvo; las orejas, inclinadas hacia atrás, se configuran como apéndices lanceolados y son marcadas por una hendidura central con una perforación en la base.



El cuello está constituido por una parte inferior bivalva que permite su amplio entronque con el depósito. El extremo de ambas valvas aparece despegado del depósito y rematado por una bolita de irregular acabado. La misma solución la encontramos también en los cuatro apéndices que constituyen la crestería del cuello.

La tapadera unida al candil mediante una bisagra de hierro, sirve de soporte a otra representación zoomorfa. Se trata de un cuadrúpedo muy esquematizado, emplazado en el eje longitudinal del candil. La cabeza, a pesar de su reducido tamaño, presenta unos rasgos anatómicos (hocico, ojos y orejas) bien diferenciados. Es curiosa la postura adoptada por el animal que gira la cabeza para mirar hacia atrás. Es indudable que una disposición tan peculiar confiere mayor belleza a la silueta pero, desde un punto de vista práctico, el artista también conseguía una superficie plana sobre la que presionar en el momento de levantar la tapadera.

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