jueves, 27 de febrero de 2014

LOS INFIERNOS






Se sitúa en un paraje conocido entre los lugareños con el nombre de Peñascal de los Infiernos al este de la villa de Liétor, de la que dista solo 3 Km. Forma parte de la vertiente de solana, es decir, de la ladera que discurre paralela a la margen izquierda del río Mundo.

Las condiciones medioambientales del lugar y su aspecto agreste, pedregoso y carente de vegetación alborea, donde abundan unas oquedades que son refugio de diversos animales. Las características físicas del paisaje son similares  a las del periodo alto medieval, son procesos kársticos que se prolongan en el tiempo.
La cueva, se localiza en una leve hondonada existente en una plataforma amesetada intermedia que alcanza los 600 m. De altitud. El acceso a la misma es dificultoso y solo existen dos vías asequibles; la meridional parte desde la huerta de la Retuerta y sigue a través de una senda que conduce hasta el pedregal; la septentrional presenta una pendiente más suave que incluso permite el ascenso a lomos de un animal. Sobre el terreno y oteando el horizonte, se comprueba como desde esa plataforma amesetada donde se ubica la cueva se domina visualmente buena parte de la estrecha vega del río Mundo y también se aprecia con una nitidez considerable el caserío de Liétor.
En las actualidad se encuentra en fase de derrumbe, detectándose, desprendimientos de techo y descalcificación.
La entrada es estrecha y con una pronunciada inclinación descendente hacia el sector que está sumido en la oscuridad. Seguidamente, y a través de un paso angosto y de corto recorrido, se accede al primer corredor que da lugar a una galería de 12 m. De longitud y una anchura media inferior a 1 m. Aunque en algunos tramos llega a 1,5 m. Sigue una orientación Sur-Norte, el recorrido de la galería en dirección septentrional, se llega al lugar de la ocultación de los objetos, que carece de abertura al exterior y cuya superficie apenas alcanza 1 m cuadrado.
La segunda galería solo tiene 9 m. De longitud, adopta una dirección Este-Oeste y se bifurca en la mitad de su recorrido, dando lugar a otra sala de 1,75 m. De ancho por m. De longitud, cuyo extremo distal se estrecha progresivamente hasta hacerse impenetrable.
Todo parece indicar que la ocultación no fue realizada de forma apresurada, por el contrario, quienes la llevaron a cabo probablemente eligieron el lugar con pleno conocimiento del terreno.
Son numerosa las oquedades que dificultan enormemente la localización de la cueva en cuestión, a no ser por quienes la eligieron para depositar su ajuar. La entrada a la cueva es descendente y describe una ligera caída que impide el apoyo de los pies, con lo que la persona que accediera a ella tendría la sensación de poder precipitarse al vacío.
En el interior de la cámara de ocultación se distinguen dos depósitos consecutivos y separados especialmente.
En el primer depósito, el ocultador guardo las piezas en el interior de una pequeña hendidura existente en el fondo de la sala, entre la pared de la cueva y una gran raja vertical. Precisamente en este angosto lugar se concentraron los objetos domésticos de menor volumen, que eran también los más valiosos: los dos platillos de cobre y el de latón, las botellitas de vidrio y los peines, el cacito y la cajita de hueso, la vajilla de madera, la espabiladeras, que estaba unida por una cadena al candil zoomorfo, las bisagras y los refuerzos de una cajita de madera.
En el segundo deposito, fueron encontrados en el centro de la cámara, tras la tapia que la cegaba. Se aprecia un carácter más impersonal, más voluminosos y solo tienen el valor de la materia con lo que los forjaron. Se encontraron los componentes leñosos y metálicos de los aperos agrícolas, la reja, las hoces, los legones y el almocafre. Los accesorios de molino, la lavija y la sonaja, la balanzas, los plomos y flotadores de una red, el hacha forestal, las cuatro azuelas, el martillo, la sierra y la lesna, las cuatro tijeras, el peine de telar y el templen, las dos agujas de pleita, el almenar y la almenara, las nueve aldabas, los cuatro candados y los dos cerrojos, la badila, los cuchillos, los atalajes y montura y las armas de un jinete.
Parece razonable pensar que quien ocultaron el ajuar pretendían que, en el caso de que algún intruso lograra acceder al escondrijo, los objetos del segundo deposito sirvieran de señuelo y pudieran desviar su atención, de forma que no llegara a descubrir el primero, en el que se encontraban los objetos más valiosos.


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